Hay tareas que podrían
considerarse notables por su dedicación y generosidad, admirables por su
altruismo y entrega, tareas filantrópicas se decía antaño, pero ojalá no
tuvieran que existir. Ojalá no conociéramos a Martín Zamora por esa labor de
dignificar a los muertos del Mediterráneo, esos muertos por saturación de
desgracias, muertos por omisión del deber de socorro, muertos consecuencia a
veces de órdenes administrativas y gobernativas que impiden el salvamento
marítimo y que, como ya ha pasado en la historia, en la historia reciente
incluso, no se quiere ver, no se quiere reconocer lo poco que valen las vidas
de los otros, o se mira a otro lado cuando no se culpabiliza a los propios
muertos de su muerte.
Chus Gutiérrez reflejó en
su película Retorno a Hansala ese
choque con una realidad doliente. Pero la realidad, como intuía Oscar Wilde,
supera la ficción. Sin duda lo sabrá Martín Zamora, entrevistado por La Marea:
Pero ojalá no hubiera
sido necesaria la entrevista ni la causa que la ha motivado. Ojalá tampoco sean
necesarios ochenta años para hablar de esos muertos ahogados en el mar. Porque
es ahora cuando ocurre. En este mismo momento, desde hace más de veinte años
hasta estos mismos instantes.
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